Escuché decir que si te leen, no lo hacen con la cabeza, ni mucho menos con el corazón: que te leen con la espalda,más precisamente con el espacio que se tiene entre los omóplatos... desde aquel lugar, donde alguna vez hubieron alas.
Ahora sólo escribo, por el mero hecho de ponerle un nombre a mis desvaríos emocionales, luego lanzarlos contra la pared para que sangren, y desvanezcan su recuerdo. Escribo porque duelen ya sus miradas, con ecos que prolongan mis imposibles. Escribo por aquella caja en el fondo de mi armario, que esconde lo más hondo de mí. Donde duelen las calles, en las que perdí mi estado emocional, por simples frases dichas, hechas deshechos, donde camina mi sombra sin peso, con tantas cicatrices vacías por sus besos.
También duele mirar el papel, y saber que a veces ya no me llena. Sé el poder de cada botella. Sé cada color que su lejanía me da, me aburrí de tener tanta sed de estrellas... Sólo hay miedo de caminar desestructurado... Un corazón destrozado.
Sin voz, por buscar un tono más tenue hacia sus mentiras. Y yo, en mi lado izquierdo de la cama, espero una llamada ácida... Una llamada que por fin me reclamara.
Escribo por las noches, aunque sé que duele más. Soy, nada más que palabras hechas de repugnancia artificial, aquel sujeto deshidratado que busca agua entre los pliegues de tu oscuridad… que avanza, sin parar de repetirse ¡Frena ya! …Soy esa última tilde que prolongas olvidando su coma siguiente. Un corazón con su coraza inhabitable. Un número imaginario más, de una serie matemática que no es convergente. Un beso de poemas rotos, hecho de cientos de versos insensibles. El papel que siempre dejan en blanco. Saber que tengo el paracaídas me hace menos interesante… No lo soy, inevitable desinterés, tu marioneta con mis huesos.
Los restos de mis "Te quiero" más imperfectos… La maldita tinta que se me acaba… pero aún sigue escribiendo.
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