Cuando nos accidentamos por aquel barranco aquella noche del 24 de mayo, recibí la trágica noticia de la muerte de mi esposa Ana, sabía que en aquel instante mi vida moriría junto con ella. Era consciente de la conmoción que había sufrido. Sin embargo no era capaz de asimilar todo lo que eso repercutiría en mi conciencia a futuro.
Luego de aquel trágico accidente. Fernanda mi cuñada sorprendida por lo que le contaba, me decía que no era ella quien me escribía por error desde su cuenta de Facebook.
Traté de no pensar más en ello, sería una locura imaginar que era Ana quien me enviaba esos mensajes, además Fernanda y las nuevas tecnologías no eran muy amigas. Sin embargo, el 23 de Noviembre volví a recibir más mensajes desde el perfil de mi esposa, entendía que no podía ser un mal entendido. Mi parte racional entró en pánico, mi esposa fallecida me estaba escribiendo, o quizá alguien estaba burlándose de mí y de mi caída. Así que lo primero que hice fue cambiar todas las contraseñas que teníamos en nuestras cuentas, era irrisorio imaginar que alguien con una mente retorcida estuviera haciéndome esto.
Ante tal evento estremecedor decidí contactar con amigos de la Universidad, ellos me recomendaron intentar rastrear al individuo, pero que para eso debía mostrar interés ante sus acciones. Accedí a sus consejos y respondí a los mensajes; estaba claro que no podía ocultar mi dolor en mis respuestas. Sabía que éste sujeto estaba disfrutando con todo esto.
Sus contestaciones me parecían sumamente extrañas, eran fuera de contexto, como una especie de conversaciones antiguas que habíamos mantenido juntos. Me aterroricé en aquel momento, pero por otra parte encontré cierta tranquilidad, pensaba que podría tratarse simplemente de algún tipo de virus informático. Uno macabro, sí, pero menos aterrador que la idea de suponer a alguien husmeando en la cuenta de mi esposa muerta.
Pero las cosas no terminaron ahí, días posteriores empecé nuevamente a recibir notificaciones en mi perfil. Al parecer Ana se encontraba etiquetada en las fotografías que yo había subido la noche anterior, y extrañamente la etiqueta se encontraba justo en el lugar dónde tendría sentido que Ana hubiese estado, en el sofá de mi habitación, en el asiento de nuestro coche, en todos esos sitios que ambos solíamos concurrir. Por si no fuera extraño, la etiqueta desaparecía inmediatamente después de haberla visto.
Suena el teléfono, parece que son mis colegas de la Universidad con información recabada de la cuenta de Ana; todo indica que los accesos a dicha cuenta se habían realizado desde el ordenador de mi casa, e incluso desde el ordenador de mi oficina. Aquella noticia me perdía aun más. ¿Qué es lo que está pasando?
En esas semanas las notificaciones no dejaban de inundar mi cuenta, Ana me escribía con mayor frecuencia. Y en uno de esos mensajes recibí por primera vez uno que ponía una palabra que no era reciclada: “Congelándome”.
Aquella palabra me impactó por completo, revisé todo el historial de conversaciones que habíamos tenido, intentando encontrar esa palabra extraña. Pero nada, no era repetida. Era una palabra nueva. ¡Nueva!
Actualmente, me sigue carcomiendo por dentro toda esta situación, levanto mi cabeza intentando ver que hora es, pero las botellas vacías de licor barato sobre el escritorio me lo impiden. Nuevamente entro en Facebook, busco su perfil y la escribo. Sí, lo sé, debí haberlo superado, pero mi mente no considera que deba ser solo un maldito hacker volviéndome loco. Pero no, algo en mí quiere mantener este contacto. Cae la noche y recibo un mensaje suyo.
Leo y dice: “Deberías dejarme andar”
¿Cómo? ¿Debería dejarla andar?
Todo esto es sumamente extraño, nadie sabe que el accidente que tuvimos terminó cercenándole las dos piernas. Es suficiente, no puede ser real, la mente me da vueltas y tengo punzadas en mi cabeza, opto por tomarme el último vaso de whisky que queda, además tomaré otro somnífero. Me urge callar las voces que vienen de mi cabeza. Decido casi de manera inconsciente transformar su perfil en una página “en memoria” y cerrarla por completo.
Todo esto es sumamente extraño, nadie sabe que el accidente que tuvimos terminó cercenándole las dos piernas. Es suficiente, no puede ser real, la mente me da vueltas y tengo punzadas en mi cabeza, opto por tomarme el último vaso de whisky que queda, además tomaré otro somnífero. Me urge callar las voces que vienen de mi cabeza. Decido casi de manera inconsciente transformar su perfil en una página “en memoria” y cerrarla por completo.
Me duele, pero comprendo que es algo que debí haber hecho desde un principio. Al cabo de unas cuantas semanas desde que cerré el perfil, no he vuelto a recibir nada, eso me apacigua el remordimiento que llevo a cuestas.
Hasta hoy.
Que despliego mi bandeja de entrada y otra vez. Nuevamente conversaciones recicladas, ahora son frases incongruentes de mensajes enviados el día de su muerte. Esto me vuelve totalmente loco, no sé que hacer.
Decido suscribirme en uno de esos foros populares en internet y cuento mi historia, quizá alguien tenga una manera racional de tratar esta situación, y me ayude a recordar que es mi mente jugándome una mala pasada.
Los miembros del foro al conocer mi historia están divididos, por un lado hay personas que piensan que simplemente puede tratarse de un hacker, otros por el contrario afirman que es Ana tratando de comunicarse conmigo desde el más allá. Y un pequeño grupo reducido manifiesta que soy yo mismo.
Siembran la duda en mí, al decir que era yo mismo quien enviaba los mensajes desde la misma cuenta de Ana, y el dolor hace que me sea imposible recordarlo. En cierto sentido los accesos han sido realizados desde mi casa y mi trabajo.
¿Será que llevan razón?
Pero, cómo es posible que la haya visto conectada en muchas de las veces que ingresé a mi cuenta, además he visto la palabra “escribiendo…” que sale por omisión cuando te escriben por chat.
Pero, cómo es posible que la haya visto conectada en muchas de las veces que ingresé a mi cuenta, además he visto la palabra “escribiendo…” que sale por omisión cuando te escriben por chat.
Entonces es imposible que sea yo, no puedo estar escribiendo y viendo eso al mismo tiempo. Mi situación se vuelve cada vez más tormentosa, hace un par de días he venido pensando en eliminar su cuenta de Facebook, suponiendo el final de esta locura.
Al encender mi ordenador veo una fotografía dispuesta en el centro de la pantalla. ¡Soy yo! En mi silla. Es mi ordenador. La imagen es desde hace una hora.
Espera…
Alguien la ha sacado desde el otro lado de mi ventana, de repente el miedo me invade y no quiero salir a la calle, es preferible quedarme dentro. Agarro el teléfono y me apresuro al garaje. Escribo en el foro, necesito que la gente sepa lo que me está pasando.
Es increíble que sea yo quien escriba los mensajes, cómo es posible que yo pueda sacarme una foto a mí mismo. Comprendo cada vez menos.
¿Acaso es Ana? ¿Quiere que la deje ir? ¿Necesita andar?
¿Qué significa esa foto?
La gente del foro tarda en responderme, desearía tener la fuerza suficiente como para tomar las llaves del coche y marcharme de ahí lo más lejos posible, es inaudito me tiemblan las manos.
Que raro, me siento tan asustado que no encuentro la salida, todo a mi alrededor se vuelve turbio, que ni siquiera puedo verme a mí mismo. En el foro siguen sin contestarme, necesito que alguien me diga dónde estoy, o si vivo realmente aquí.
Pasa el tiempo y un usuario me contesta, me dice que en la foto colgada ve barrotes en las ventanas, siendo su forma similar a las de un psiquiátrico donde trabaja.
Pero…
Yo estoy en mi casa, ésta es mi casa. Es mi garaje con las paredes blancas. Escucho llantos que vienen de la habitación de al lado.
¿Qué significa esto? Si yo vivo solo, también no recuerdo haber comprado éstas pastillas. Escucho ruidos. Quizá sea mi hermano quien ha venido a buscarme. Me siento cansado, y ella cada vez es más real en mi cabeza.
¿Qué ocurre?
Las ventanas de mi casa no tienen barrotes.
¿Cómo es posible que no pueda recordar nada?
¿Dónde estoy? Tengo frío.
Hace demasiado frío y estoy congelándome. Ella cada vez es más real, y yo solo una ilusión. Ana… Ana, abre la puerta por favor. Ven a verme necesito que me ayudes, tengo miedo.
¿Por qué me dejaste caer? Golpean fuertemente mi puerta, hay luz y veo sus piernas que están…
Esta sensación es como si volara, la brisa roza completamente mi rostro, abro los ojos y lo último que oigo es un golpe sordo.