El dolor adopta formas diversas, una punzada, una leve molestia, un dolor sin más, el dolor con el que convivimos a diario pero hay un dolor que no podemos ignorar un dolor tan enorme que borra todo lo demás, y hace que el mundo se desvanezca, hasta que solo podamos pensar en cuanto daño hemos hecho. Como enfrentarnos al dolor depende de nosotros.
Deberíamos anestesiarlo, aguantarlo, aceptarlo, ignorarlo. Para algunos la mejor manera de enfrentarse a el, es seguir viviendo.
Deberíamos anestesiarlo, aguantarlo, aceptarlo, ignorarlo. Para algunos la mejor manera de enfrentarse a el, es seguir viviendo.
El dolor solo hay que aguantarlo, esperar a que se vaya por si solo esperar que la herida cicatrice. No hay soluciones ni respuestas sencillas, solo hay que respirar hondo y esperar a que calme. La mayoría de las veces el dolor puede aliviarse, pero a veces llega cuando menos te lo esperas, te da un golpe bajo y no te deja levantarte, hay que aprender a aceptar el dolor, porque lo cierto es que nunca te abandona y la vida siempre lo acrecienta.
Morir lo cambia todo. Están los efectos emocionales, pero también las cuestiones prácticas. Da igual, el mundo seguirá su curso… sin ti. Es duro decir adiós. A veces es imposible. No dejas de sentir la pérdida. Eso hace todo tan agridulce. Dejamos fragmentos de nosotros atrás pequeños recordatorios, una vida llena de recuerdos, fotos, objetos… cosas por las que nos recordarán aunque ya no estemos. El cuerpo humano está diseñado para compensar las pérdidas. Lo hace, por lo que no necesita las cosas que no puede tener.
Pero a veces la pérdida es tan grande que el cuerpo no puede compensarse por sí mismo. Somos muy optimistas al comienzo de las cosas. Parece que solo hay un mundo que ganar, sin perdidas. Dicen que la incapacidad de aceptar las pérdidas es por la locura. Probablemente sea verdad, pero a veces es la única forma de estar vivos.
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