Me gustaría ir a París, mientras me subo a lo alto de la Torre Eiffel y veo a toda Francia. ¿Después? A Italia, donde me haré la típica foto donde yo, con toda mi fuerza y valentía, sujetaré la Torre de Pisa para que no se caiga. ¿Luego? A Londres, dónde intentaré hacer reír a los guardias de seguridad con mis caras más extrañas y mis chistes malos. ¿Siguiente? A Las Vegas, donde gastaré dinero en el casino aunque luego no termine ganando ni un céntimo, pero podré decir: ¡Viva Las Vegas, baby!.
¿Aún más? Pues me iré a Nueva York, sí, y me subiré a la Estatua de la Libertad y veré como todo Manhattan amanece a mis pies. ¿Y por último? Yo siempre digo que lo mejor queda para el final. Por último me iré a Los Ángeles. Arrasaré en todas las tiendas de Beverly Hills, mientras me gasto casi todos los ahorros que me quedan en ropa. Luego, en Hollywood iré mirando cada una de las estrellas del Paseo de la Fama, y me haré una foto con la inmensa mayoría que se encuentre ahí sonriendo, bebiéndome al instante mi batido de Starbucks. También me haré selfies junto al cartel de Hollywood, señalándolo con una gran sonrisa en mi cara diciendo: Sí, estoy en L.A. Para que al final, me suba a lo alto del mirador y aprecie por última vez toda California. Pero cuando regrese, cuando regrese... me esperará lo mejor, porque me esperarás tú.
No importa lo Insensibles que intentemos ser, tenemos millones de terminaciones nerviosas electrificadas, abiertas y expuestas, sintiendo demasiado. Tratando de evitar sentir dolor. A veces es inevitable. A veces, es lo único que nos queda, tan sólo sentir.
A veces el pasado es algo que no puedes perder. A veces el pasado es algo que haríamos cualquier cosa por olvidar. A veces aprendemos algo nuevo sobre el pasado, que cambia todo lo que sabemos sobre el presente.
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