Vivimos en un mundo de constante progreso, moviéndose hacia delante. Te detienes un segundo… y te dejan atrás. Pero por más que intentemos ir hacia delante, tentador como parezca, sería lógico nunca mirar hacia atrás. Pero el pasado siempre regresa para mordernos. Y como demuestra la historia una y otra vez, quienes olvidan el pasado están condenados a repetirlo.
Cada día tenemos el honor de dar el regalo de la vida. Puede ser doloroso. Puede ser aterrador. Pero al final vale la pena.
Todos tenemos la oportunidad de dar. Quizá los regalos no sean tan dramáticos como en una sala de quirófano. Quizá el regalo sea el tratar de disculparte. Quizá sea el tratar de entender el punto de vista de otra persona. Quizá sea el guardarle el secreto a un amigo. La alegría supuestamente, está en el dar. Así que cuando la alegría desaparece… cuando el dar se siente más como una carga, es cuando paras. Pero si eres como la mayoría, das hasta que te duela. ¿Y luego? ...pues das hasta un poco más.
Trabajas, estudias, te preparas. Meses y años que te llevarán a un día: el día en que das un paso adelante. El día en que das un paso atrás. A veces sucede en un instante. Damos un paso hacia adelante, nos convertimos en líderes, vemos un camino a seguir.
Vemos un camino y lo tomamos, incluso cuando no tenemos ni idea de a dónde vamos.
Da un poco de miedo lo rápido que todo puede irse al carajo. A veces se necesita una enorme pérdida para recordarte lo que más te importa. A veces te encuentras a ti mismo haciéndote más fuerte como resultado. Aunque más sabio, mejor equipado para el siguiente gran desastre que venga. A veces… pero no siempre.