En peregrinación avanzo hacia un futuro que me sabe incierto, mi alma ya no brilla con cualquier sombra, mi corazón no late pero siento romperse aquí dentro, parece que ya no quiere seguir bailando, está cansado de seguir luchando, amando, esperando... «Doliendo» Ser diferentes es eso, cargar con un peso que te lleva a pisotear esos girasoles que muchas niñas ilusionadas arrancan pétalos con sus dedos para saber si alguien las quieren. Ahora entiendo que nunca fuimos valientes, nunca fuimos lo suficientemente capaces como para enfrentarnos con los gigantes.
Este Invierno pasado no significó esperar la llegada de la nieve, ni recibir los abrazos de mamá despidiéndome de casa por las mañanas cuando iba a la escuela, más bien fue verla llorar, y éste trayecto se parece más bien a una de esas películas que siempre terminan mal, con esa horrible banda sonora de metralla quemando mis oídos. Al Mundo no le interesa una historia más. Nadie escribe sobre ángeles cruzar las fronteras, nadie escribe ya del miedo, a nadie le interesa la soledad y la lejanía, de aquellas personas que se abrazan en un vagón a oscuras, por intentar no sentir frío, solo existe el miedo de encender la luz y, enterarse de que nadie vino para salvarlos.
¿Por qué no hablan de aquellos que se esconden tras las tormentas?
Todas las mañanas son precipicios, son la manera de entender todo aquello que llevamos ensimismados sobre nuestros hombros, nuestros muertos devueltos de las tormentas, nosotros enganchados al vicio, nos volvemos adictos a las caídas que suponen una vida sin frenos.
La sangre que pinta tus muros, la sangre que baña tus mares, no podrás contar las vidas que se estampan a cada segundo.
Jamás llegaré a memorizar cada una de mis cicatrices que adornan mi figura, porque las seguiré confundiendo con heridas cuando se empeñen en abrirlas, mediré las distancias que le debo a mi hermano. Nuestra razón nos dice que paremos, que nosotros aún no sabemos volar, caemos en picado, y cada vez ya no podemos confiar.
Esto no tiene nada que ver con lo que me habían contado, no es a la tercera cuando te das por vencido, porque nunca hay que rendirse, también he creído que la magia del naufragio no esta solo en ser un simple superviviente, sino en aprender a bailar con el ritmo del vaivén de mi canoa en mitad del mar, agarrar del timón y enamorarte de la corriente.
Ser pacientes que las tormentas se irán.
Quizá debería dejar de andar en el desierto, debería dejar de nadar en busca de una orilla, abandonar el juego de la muerte ...y dejarla ganar.
¿Adivina adivinador?
El niño duerme o está muerto.
El pequeño del juego ...mi pequeño.
Lleva una mirada triste, que sus ojos cerrados parecen amargos, como si no hubiera perdido la última moneda que le quedaba jugando a la ruleta rusa, y le ha vuelto a salir ese, "siga participando".
Maldita moneda.
Maldita suerte.
Ahora comprendes porque no creemos en aquella mala suerte de los espejos rompiéndose, pero si en los tréboles de cuatro hojas.
Sin embargo seguimos apostándolo todo, aunque ese todo significase quedarse sin nada. No importa lo que pase. Continuaré pidiendo deseos a las estrellas fugaces.
Allá en donde estés, aquí en donde estamos.
Aquí dentro sigue estando oscuro.
Abre la ventana, ¡por favor!
Huele a muerto y creo que soy yo, no puedo despegar los párpados ...no consigo despertar. El dolor es como un hilo muy fino, que si lo extiendes tenso, corta. Como el cristal de un espejo roto.
¿Me aprisionarán cuando llegue?
Aún así sucediese, yo no dejaré de mirar al cielo, y saludar uno a uno a todas esas constelaciones que decidí un día tatuarme.
Llevo toda mi vida esperando que en el mundo ganasen solo los buenos, pero quizá sea demasiado niño como para entender el cuento.
Acaso.
¿Ya no hay más balas para mi de las que fabrican?
Tengo las heridas suficientes como para que quisieran utilizarlas como daños colaterales.
Porque estoy seguro que las balas de los demás tal como entran ...salen.
Pero que sepan que no pienso derramar ni una sola gota de lágrima por nadie.
Y que lo único que me hizo llorar, fue despedirme de mi madre en la Estación.
Empecé a tutear a la muerte y aquellos días la muerte se enamoró de mi, por momentos entendí que me quería todo para ella, que me devoraría como al resto. A veces, soy mi propio precipicio, empezaré a desenrollar ese par de alas que tengo dibujadas con tinta invisible entre mi espalda, y ésta vez disfrutaré de mi eterna caída.
Se me apaga el corazón, y no veo a quien quiero. Se me espina el alma cuando me señalas con tu dedo, como si fuera un globo recién hinchado con unos pulmones enfermos...
La sangre que fluye desde mi garganta, y solo hay sueño.
...me duermo.
Y ya no hay nadie...
<<No, ¡Duerme! ¡Duerme!...>>
<<Mañana no será un buen día si no duermes lo suficiente>>
<<¡Valiente!>>
<<¡Valiente!>>
Créeme... <<Miento>>
Has de saberlo, pero puedes, aún puede.
Un ángel dormirá cubierto por el blanco de la nieve.
Hace demasiado frío fuera.
Hace demasiado frío para que los ángeles vuelen.
Para que los ángeles mueran.
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