Una verdad es que incluso los buenos matrimonios fallan. En un minuto están sobre suelo seguro, y al siguiente ya no. Y siempre hay dos versiones: la tuya y la suya. Aunque las dos versiones siempre empiezan de la misma manera. Ambas empiezan con dos personas enamorándose. Nadie se casa pensando que va a fracasar, entonces: ¿Piensas que el tuyo va ha conseguirlo? Al inicio todo llega como una conmoción, el momento en el que te das cuenta que se ha acabado. En un minuto estás de pie sobre tierra firme, y al siguiente ya no.
¿Tienes lo que hace falta?
Si tu matrimonio está en problemas. ¿Puede sobrellevar la tormenta?
Cuando el suelo te traicione y tu mundo se colapse, pueda que solo necesites tener fe, y confiar en poder superarlo juntos. Quizá solo necesites aferrarte fuerte. Y no importa nada… no te rindas.
Todos somos susceptibles al terror y a la ansiedad de no saber lo que vendrá. Al final no tiene sentido, porque todas las preocupaciones, y pensar en hacer planes para momentos que podrían o no podrían pasar, solo empeora las cosas. Así que saca a pasear al perro, o duerme una siesta. Hagas lo que hagas deja de preocuparte. Porque la única cura para la paranoia, es estar aquí, tal y como estás ahora.
Empezamos la vida con pocas obligaciones. Juramos lealtad a la bandera. Juramos devolver los libros de la biblioteca a tiempo. Pero a medida que crecemos hacemos votos, hacemos promesas, nos abordan los compromisos.
Nos repetimos: “No hacer daño”, “decir nada más que la verdad”, “amarse y respetarse hasta que la muerte nos separe”.
Así que dejamos el grifo abierto, hasta que se lo debemos todo a todos, y de pronto pensamos:
¡¿Qué demonios?!
